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Bogotá sella avances clave en la V Cumbre Amazónica, pero queda el reto de transformar promesas en acciones concretas

El Medio
  • agosto 24, 2025
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Bogotá sella avances clave en la V Cumbre Amazónica, pero queda el reto de transformar promesas en acciones concretas

La capital colombiana fue escenario de la Quinta Cumbre de Presidentes de los Estados Parte del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA). El encuentro culminó con la firma de la Declaración de Bogotá, una apuesta colectiva para impulsar acciones urgentes frente a la crisis climática y fortalecer la cooperación regional en defensa de la Amazonía.

Entre los principales resultados se encuentra la creación del Mecanismo Amazónico de los Pueblos Indígenas (MAPI), un órgano de cogobernanza que busca garantizar la representación efectiva de los pueblos indígenas en las decisiones de la OTCA. Asimismo, los ocho países —Brasil, Colombia, Bolivia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela— acordaron presentarse unidos en la próxima COP30 con una agenda común que evite que la región alcance el punto de no retorno.

Otro logro destacado fue el respaldo a la creación del Fondo Bosques Tropicales para Siempre (TFFF), que se lanzará oficialmente en la COP30 con el objetivo de movilizar recursos internacionales destinados a proteger los bosques tropicales, en especial la Amazonía. También se adoptaron compromisos en materia de cooperación técnica y seguridad medioambiental, incluyendo la implementación de un sistema de trazabilidad del oro para combatir la minería ilegal y el establecimiento de una coalición policial amazónica para enfrentar delitos transnacionales y proteger a los defensores ambientales.

La cumbre no se limitó a los acuerdos políticos. Durante varios días se desarrolló una agenda amplia y diversa que incluyó foros académicos, encuentros culturales y espacios de diálogo social sobre biodiversidad, seguridad, economía sostenible y ciencias climáticas. La participación de comunidades indígenas, campesinas y organizaciones de la sociedad civil dio un carácter plural a las discusiones. Uno de los momentos más simbólicos fue la inauguración con el acto de armonización “Arropamos para proteger el medio ambiente, el territorio y los pueblos”, así como el panel “Los ríos voladores”, que resaltó la influencia vital de la Amazonía sobre el clima continental.

No obstante, la cumbre también estuvo marcada por tensiones. El debate sobre los combustibles fósiles generó diferencias notorias entre el presidente Gustavo Petro, quien defendió la necesidad de declarar la Amazonía como zona libre de hidrocarburos, y el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, que planteó un enfoque más gradual, argumentando que la región aún no está lista para abandonar por completo el petróleo y el gas.

Por su parte, los pueblos indígenas llegaron con demandas claras: pidieron un órgano de cogobernanza con capacidad real de decisión, acceso directo a los fondos climáticos, protección de los territorios ancestrales y el cumplimiento de compromisos previos como los de la Declaración de Belém. En paralelo, las organizaciones campesinas denunciaron la falta de reconocimiento de su papel en la protección ambiental y la agroecología, señalando que han sido actores fundamentales en la gestión del territorio, pero fueron excluidos de los acuerdos principales.

Los desafíos pendientes son considerables. Aunque existe una voluntad política declarada hacia la transición energética y la cooperación regional, la Declaración de Bogotá aún carece de una hoja de ruta con cronogramas y metas verificables. Iniciativas como el MAPI, el TFFF y la coalición policial amazónica se encuentran en etapa inicial y requieren recursos, estructuras administrativas, mecanismos de monitoreo y transparencia para hacerse realidad. Mientras tanto, la Amazonía sigue enfrentando amenazas urgentes: deforestación acelerada, fragmentación de ecosistemas, narcotráfico, contaminación por mercurio y la expansión de grupos armados ilegales.

En conclusión, la V Cumbre Amazónica en Bogotá puso en marcha mecanismos innovadores de participación indígena, abrió la puerta a nuevas fuentes de financiamiento y consolidó un compromiso regional para salvar la selva amazónica. Sin embargo, los acuerdos corren el riesgo de quedarse en el papel si no se convierten en acciones inmediatas y medibles. Lo que se firmó en Bogotá será puesto a prueba en la COP30, donde la región tiene la oportunidad de consolidarse como un bloque unido y líder de la justicia climática global.

Fotografía: Ovidio González/Juan Diego Cano/Joel González- Presidencia de la República

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