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Crónica desde Busintana: donde despierta el corazón del mundo

El Medio
  • agosto 27, 2025
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Crónica desde Busintana: donde despierta el corazón del mundo

Por Laura Muñoz

Visité Busintana, en las estribaciones del municipio de Pueblo Bello, Cesar, al pie majestuoso de la Sierra Nevada de Santa Marta. Este santuario, jardín vivo y escuela de saberes, se alza como un refugio donde la espiritualidad y la naturaleza se entrelazan. Cada sendero, cada río y cada piedra parecen susurrar historias antiguas, memorias que los pueblos originarios han tejido durante siglos, y que hoy se abren al mundo con la paciencia del tiempo.

En Busintana estuve con el Mamo Mey Jawin, descendiente de la dinastía Busintana, guardián de una sabiduría que combina lo ancestral con una visión profunda, casi cuántica, de la existencia. Su santuario es un espacio ecoespiritual: un lugar donde la enseñanza se vive, no se lee; donde el conocimiento fluye en ceremonias, cantos, rezos y silencios, y donde el alma aprende a escuchar la voz de la Tierra.

Conocí al Mamo May en Bogotá, durante un encuentro que reunió voces comprometidas con la protección de la vida en todas sus formas: Rajendra Singh, el “Hombre del Agua” y Premio del Agua de Estocolmo; Sabine Klaudia Kleinhammes, fundadora de la Comunidad de Paz de Tamera en Portugal; y Helena Manrique, defensora de los derechos humanos. Aquella jornada, entre conversaciones, risas y miradas cómplices, reafirmamos nuestro compromiso profundo con la tierra, con el agua y con todos los seres que habitan nuestro planeta. Desde entonces, supe que nuestros caminos se volverían a cruzar.

Participar de estas experiencias ancestrales fue transformador. No solo observé: canté, respiré y me sumergí en este espacio sagrado que invitan a sanar. Pero también aprendí a escuchar a la naturaleza: el murmullo de los ríos, el susurro del viento entre los árboles, el canto de los pájaros… cada sonido era un mensaje que hablaba directo al corazón. La Tierra me hablaba y yo tuve que callar para entenderla. Esa enseñanza, sencilla y profunda, dejó una huella imborrable en mi espíritu.

Busintana es un espacio ecoespiritual donde cada visitante puede reconectar con la armonía de la vida. Allí el silencio no es vacío, sino un tejido de sonidos y presencias que nos recuerda nuestra pertenencia a un todo mayor. Caminar por sus senderos es sentir cómo los límites entre uno mismo y la naturaleza se disuelven, aprendiendo que cuidar la Tierra es cuidar de nosotros mismos.

Tuve la fortuna de compartir en Busintana con mujeres y hombres extraordinarios, verdaderos guardianes de la tierra, que protegen este lugar sagrado, nuestra casa común, nuestro pequeño planeta, nuestra “nave espacial”. Estuve junto a Sara, esposa del Mamo Mey, y su hija Sama; con Diana, compañera del viaje; Cristina, que regresó a sus raíces; José, cuidador de la tierra; y Yeraldin y Caro, quienes, con sus voces y guitarra, llenaron las montañas de melodías vallenatas, tejiendo un canto que unía música, paisaje y espíritu. Su cuidado amoroso por la tierra y por toda la vida que habita en ella hacía que cada nota resonara no solo en el aire, sino también en el corazón de quienes escuchábamos.

Comprendí que, para los pueblos de la Sierra, la riqueza se mide distinto: no en bienes ni dinero, sino en aire limpio, agua clara y en la abundancia de la vida que nos rodea. Ser rico es sentirse parte de un equilibrio profundo, donde la paz y la armonía son tesoros más valiosos que cualquier posesión material.

Me impresionó el templo de sanación de la mujer, un espacio donde se honra el útero como centro de la vida, y donde las heridas que deja la violencia buscan transformarse en fuerza y amor. Sanar a la mujer es, para ellos, sanar a la humanidad.

La voz de los Hermanos Mayores

Los Arhuaco, quienes se llaman a sí mismos “Hermanos Mayores”, consideran la Sierra Nevada de Santa Marta como el corazón del mundo. Desde allí custodian el equilibrio de la naturaleza y de la humanidad. Cada río, cada piedra y cada montaña tienen vida y memoria. “El mundo moderno no entiende que la Tierra siente”, dicen, y sus ojos reflejan la urgencia de protegerla.

Mientras compartíamos en el círculo del arte, Luis Guillermo Izquierdo, mamo guardián de Busintana, me habló con voz serena pero cargada de fuerza ancestral: “El Hermano Menor aún tiene la oportunidad de cambiar su manera de vivir. Si aprende a escuchar a la Tierra, como lo hemos hecho durante siglos, juntos podremos sanar y proteger el mundo que compartimos.”

El hilo invisible

Antes de partir, me entregó un hilo de maguey tejido a mano. Cada nudo, cada diseño, guarda pensamientos y memorias. Ese hilo se convirtió en un cordón invisible que une mi historia con la de Busintana, un recordatorio de que la espiritualidad no está separada de la vida cotidiana, y que la Tierra y nosotros formamos un mismo tejido de existencia.

Salir de Busintana fue como despertar de un sueño profundo: algo había cambiado en mí. Comprendí que el verdadero despertar de la conciencia es un acto cotidiano de respeto, cuidado y escucha. Busintana es un faro que nos recuerda que aún hay tiempo de sanar la Tierra… y de sanarnos a nosotros mismos.

Escucha aquí la canción «Busintana lugar de amor y paz» de la Plataforma Suno:

Datos prácticos sobre Busintana

  • Ubicación: reserva sagrada ecológica situada en las estribaciones del municipio de Pueblo Bello, Cesar, a las faldas de la Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia.
  • Significado: en lengua arhuaca, Busintana significa “casa del saber”.
  • Reconocimiento: considerado un jardín botánico de carácter comunitario, dedicado a la preservación de especies nativas y plantas medicinales.
  • Vocación: funciona como escuela viva de la cosmovisión arhuaca, un espacio donde se transmiten conocimientos ancestrales, ambientales y espirituales.
  • Acceso: la visita requiere coordinación previa con la comunidad arhuaca y el permiso de sus autoridades tradicionales.

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