La Manipulación y Persuasión en los Discursos Políticos sobre la Inmigración: Reflexiones sobre el Impacto Social y Político

Por Laura Muñoz. @lauramunozlopez
El tema de la inmigración ha sido, históricamente, un asunto polarizante en la arena política mundial. La forma en que los políticos abordan este fenómeno, a través de discursos y narrativas, no solo refleja su postura ideológica, sino que, en muchos casos, alimenta estereotipos y refuerza divisiones sociales. A lo largo de las últimas décadas, la inmigración se ha convertido en una herramienta clave en los discursos políticos, especialmente en momentos electorales o de crisis, donde los líderes recurren a estrategias de persuasión y manipulación para moldear la percepción pública.
En varios países, los políticos utilizan un enfoque simplista y alarmista sobre los inmigrantes, presentándolos como una «amenaza» para la seguridad, el empleo y la cultura nacional. Donald Trump, por ejemplo, en su campaña presidencial de 2016, utilizó frases como “los inmigrantes ilegales son criminales y violadores”, lo que no solo estigmatizó a un grupo vulnerable, sino que consolidó una narrativa que asociaba a los inmigrantes con la violencia y la criminalidad. Aunque sus declaraciones fueron ampliamente criticadas, la repetión de estas ideas caló en una parte significativa de la población, que comenzó a asociar el fenómeno migratorio con peligros concretos, como el terrorismo y el desbordamiento de los sistemas de bienestar social.
Esta manipulación del discurso se apoya en técnicas persuasivas como la creación de enemigos comunes, el uso selectivo de estadísticas y la amplificación de incidentes aislados para presentar una visión distorsionada de la realidad. Por ejemplo, la imagen del inmigrante como una carga para los servicios públicos se repite incansablemente, a pesar de estudios que demuestran que, en muchos casos, los inmigrantes contribuyen significativamente a la economía, ya sea a través de su trabajo en sectores clave como la construcción, la agricultura, la tecnología, o mediante el pago de impuestos.
Un estudio realizado en 2017 por el Institute for Public Policy Research en el Reino Unido reveló que los inmigrantes contribuyen más al sistema económico de lo que reciben, lo que contrasta con la visión comúnmente difundida de que son una carga para las arcas del estado. Sin embargo, la narrativa política manipuladora tiende a omitir estos datos, optando por enfatizar el costo percibido de la inmigración sobre sus beneficios a largo plazo. En consecuencia, se crea un clima de desconfianza y miedo, no solo hacia los inmigrantes, sino hacia aquellos que defienden políticas de inclusión y acogida.
Además, la narrativa política sobre la inmigración tiende a simplificar la complejidad del fenómeno migratorio. En lugar de abordar las causas estructurales de la migración, como las guerras, las crisis económicas, el cambio climático y la violencia, muchos discursos políticos prefieren centrar la discusión en la «invasión» de personas que cruzan fronteras en busca de un futuro mejor. Este enfoque, en lugar de humanizar la situación, deshumaniza a los inmigrantes, presentándolos como una masa homogénea, sin rostro ni historia. Esto no solo desvía la atención de las políticas internacionales necesarias para abordar las raíces de la migración, sino que también contribuye a la perpetuación de la xenofobia.
En Estados Unidos, el presidente Donald Trump ha implementado políticas migratorias que han generado controversia y debate. En su segundo mandato, iniciado en enero de 2025, Trump ha adoptado medidas que han afectado a cientos de miles de inmigrantes. Una de las decisiones más destacadas fue la revocación del Estatus de Protección Temporal (TPS) para más de 300,000 venezolanos, dejándolos en una situación legal incierta y potencialmente sujetos a deportación.
Además, Trump ha anunciado la intención de invocar la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798 para acelerar las deportaciones de inmigrantes acusados de pertenecer a pandillas, eludiendo audiencias judiciales. Esta medida, que recuerda a prácticas de internamiento durante la Segunda Guerra Mundial, ha sido criticada por violar derechos civiles y por su posible inconstitucionalidad.
Estas acciones reflejan una narrativa política que presenta a los inmigrantes como una amenaza para la seguridad y la economía del país. Al etiquetar a ciertos grupos como «enemigos» o «terroristas», se busca justificar políticas más estrictas y medidas de deportación masiva. Esta retórica no solo deshumaniza a los inmigrantes, sino que también desvía la atención de las causas estructurales de la migración, como conflictos, pobreza y cambio climático.
Es fundamental que los discursos políticos sobre la inmigración se basen en datos verificables, en una comprensión matizada de las causas y efectos de los movimientos migratorios, y en un enfoque que reconozca la dignidad de todas las personas, independientemente de su lugar de nacimiento. Los políticos tienen la responsabilidad de evitar el uso de la inmigración como herramienta de manipulación para ganar apoyo, y en su lugar, deben fomentar un diálogo basado en la solidaridad, el respeto y la cooperación global.
El reto que enfrentamos es doble: por un lado, desmantelar las narrativas manipuladoras que pintan a los inmigrantes como una amenaza, y por otro, construir una narrativa alternativa que celebre la diversidad y reconozca el papel fundamental de los inmigrantes en las sociedades modernas. Esto no solo es un imperativo ético, sino también una necesidad para la construcción de un futuro global más justo