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Menstruar bajo el asedio: el genocidio silencioso contra las mujeres en Gaza

El Medio
  • agosto 7, 2025
  • 4 min de lectura
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Menstruar bajo el asedio: el genocidio silencioso contra las mujeres en Gaza

Por: Laura Muñoz

Sin acceso a agua, productos sanitarios ni privacidad, miles de mujeres palestinas enfrentan cada mes una emergencia humanitaria ignorada: gestionar su menstruación en medio del colapso. Las agresiones a la salud reproductiva son ya calificadas como actos genocidas por organismos internacionales.

En Gaza, ser mujer significa menstruar con miedo. No por el dolor físico que implica, sino porque cada ciclo se convierte en una pesadilla de sangre, vergüenza y riesgo de infección. En medio de un conflicto que ha dejado al enclave sin servicios básicos, las mujeres y niñas enfrentan una de las dimensiones más invisibilizadas de la guerra: la imposibilidad de gestionar su higiene menstrual con dignidad.

Desde octubre de 2023, los bombardeos sistemáticos, el bloqueo total de suministros y la destrucción de infraestructura han llevado al colapso del sistema de salud y servicios esenciales. Según el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), más de 700.000 mujeres y niñas en edad fértil no tienen acceso suficiente a productos de higiene, agua potable ni privacidad. Muchas deben improvisar con ropa vieja, pañales reutilizados o papel higiénico, si es que lo consiguen.

“Lo que antes era un proceso natural, ahora es un tormento”, dice Amina, una joven de Rafah entrevistada por la organización Kayani Project. “No hay jabón, no hay toallas, no hay baños. Solo tenemos miedo y vergüenza”.

Ataques contra la salud reproductiva: ¿un genocidio?

En marzo de 2025, la Comisión de la ONU para los Derechos Humanos calificó como actos genocidas los ataques dirigidos contra maternidades, clínicas de fertilidad y centros de salud femenina en Gaza. El bombardeo a una clínica de fertilización in vitro (IVF), la destrucción de hospitales con unidades neonatales y el colapso de los servicios de salud materna han sido documentados como parte de una estrategia para “destruir la capacidad reproductiva del pueblo palestino”.

El informe “Five Babies in One Incubator” de Human Rights Watch retrata escenas de horror: partos sin anestesia, cesáreas sin instrumentos estériles, mujeres desangrándose por falta de atención. “Esto no es colateral. Es sistemático”, advierte la organización.

Privacidad perdida, salud amenazada

La menstruación no es solo una necesidad biológica; es también un marcador de dignidad. Pero en los campamentos improvisados del sur de Gaza, donde cientos de miles viven hacinados en tiendas de plástico, las mujeres no tienen dónde cambiarse, lavarse o desechar sus residuos. Muchas evitan comer o beber para no tener que usar baños inexistentes. El resultado: infecciones, ansiedad, deshidratación, y un sufrimiento físico y mental continuo.

La falta de agua potable, agravada por los cortes deliberados en el suministro por parte del ejército israelí —denunciados como crímenes de guerra por Human Rights Watch—, afecta de manera particular a las mujeres. “Sin agua no hay salud menstrual, no hay dignidad, no hay protección contra enfermedades”, señala el reporte Silent Struggles de UNFPA.

Una violencia de género institucionalizada

La dimensión de género en el conflicto ha sido históricamente invisibilizada, pero hoy es imposible ignorarla. Lo que viven las mujeres en Gaza no es una consecuencia secundaria del conflicto: es parte de una estrategia sistemática de violencia estructural. En palabras de Rania, voluntaria de salud comunitaria: “Nos quieren hacer desaparecer, empezando por nuestros cuerpos”.

El Papa Francisco en su momento, el Papa León XIV hoy, junto a líderes religiosos internacionales, han alzado sus voces para pedir el fin de la guerra. Sin embargo, aún son escasos los espacios donde se reconoce con claridad que lo que enfrentan las mujeres palestinas constituye un feminicidio estructural.

¿Quién alza la voz por las mujeres que menstrúan bajo fuego?

Pocos titulares abordan este sufrimiento. Pocas ayudas humanitarias incluyen productos de gestión menstrual. Y, sin embargo, en cada tienda, cada rincón bombardeado, hay una mujer sangrando en silencio.

En Gaza, la menstruación se ha convertido en un símbolo de resistencia y de abandono. Mientras el mundo debate cifras y geopolítica, las mujeres siguen menstruando, sobreviviendo, y alzando la voz —cuando se les permite— para decir: «aquí estamos, seguimos vivas, pero no podemos más».

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